Son originarias de las zonas cálidas de Estados Unidos y México. Se cultivan por las características decorativas que ofrecen sus tallos rojos y por sus bonitas flores.
Son autóctonas y resultan exuberantes en el clima californiano, donde, históricamente, los nativos las utilizaban como fuente nutritiva y medicinal.
Las bayas se pueden comer frescas, pero a veces tienen un gusto demasiado ácido; mejor
combinarlas con otros frutos en pasteles, postres o mermeladas. Con ellas se elabora una bebida parecida a la sidra.
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